Nunca fue difícil imaginar que el feminismo iba a terminar devorado por sus propios engendros legislativos. Un montón de nadadoras, y la mitad el feminismo mundial se ha levantado en armas contra Lía Thomas por ganar las 500 yardas del estilo libre en modalidad femenina. Una hombre con un clítoris de 17 centímetros, declarado mujer de laboratorio por las leyes feministas, que sufre la ira de sus propias creadoras por demostrar algo que éstas siempre habían negado: que la superioridad física del varón respecto a la mujer siempre fue biología, y no un “constructo cultural del Patriarcado”.
La Asociación Feminista Americana, WDI USA, ha descubierto que Lía no era una mujer encerrada en el cuerpo de un hombre, sino más bien un voyeur encerrado en un maillot de elastane, porque, según cuentan, a Lía le gusta pasearse por el vestuario de mujeres con "la vela mayor” al aire. En otras palabras, que a Lía le gustan las tías y, gracias a las feministas, ahora los hombres podrán ponerse morados en el gimnasio en vez de mirar escondidos por la mirilla del baño.
Casi sin saber cómo, las feministas han empezado a probar una buena ración de su propio caldo: Al protestar contra la presencia trans en las pruebas deportivas de mujeres, han acabado interponiendo una acusación contra la corrupción cultural moderna que satisface el deseo y los desajustes mentales del 2% de la población, aunque esas decisiones terminen arruinando al otro 98.
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